<En el templo del tiempo La ambición desmedida de los Coonies va de la mano de una igual desmedida creatividad. Esa que les impulsa a extraer hasta la última gota de jugo de la baya más marchita y escuálida que encuentren. Aun convulsionando y enfermos, los mapaches le fueron presentando un hogar a cada uno, estructuras de solo cuatro paredes y un techo en mini-planetas de escaso valor, y se les hacía preguntas como: Convulsiona una vez para decir SÍ, convulsiona dos veces para decir DOBLE SÍ. Con esas triquiñuelas los Coonis iban arreando, les endeudaban, y acto seguido pasaban a meterlos en trabajos no-remunerados para pagar sus hipotecas, labores que iban desde pisa-papeles hasta topes para cerra la puerta cuando el viento sopla. Recibieron muchas quejas enfocadas en la calidad del producto, pero eran lo de menos en un emporio donde el número de devoluciones eran infinitamente menor al de compras e ingresos.
Pero esos jovencitos de con ropas de colores no solo sirvieron para alimentar los hondos bolsillos de los mapaches, también hicieron acto de presencia en el jardín del santuario de las épocas, perturbando a la hortensias, lirios y petunias.
"Cuantos nombres" Murmura Future Atago al verse superada por la indecisión entre cuidar sus queridas plantas o desviarse a por esos muchachos cuyos nombres terminan en Matsu. Con ayuda de los MS-Dora y Mu, les va reuniendo y sacando del jardín para dejarlos en una habitación despejada del templo donde puedan hacer alboroto sin causar dolor a nadie más que ellos mismos. "Ssssh, tendrán chance de morir luego si es lo que más deseas. Por ahora toma mi mano, trocito de azúcar" Le dice al rojo mientras lo lleva de la mano a la zona en cuestión. Hace lo mismo, o con el que haga falta hasta que dejan de perturbar el jardín.