Ruso 10/26/2020 (Mon) 05:20:45 No.748 del
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Theresa Kathalinna


La comida estaba bastante bien, su gusto se esparcía por el paladar de forma uniforme, con los sabores correctos medidos de buena manera hacían que disfrutar cada bocado fuese realmente fácil. Muchas cosas eran distintas a el humilde pueblo de donde venía, aquí se notaban algunos lujos que no se veían en absoluto en sus tierras originarias, además que podían mantener tales comodidades para varias personas le daba un impresión de oro a el lugar, un gremio al cual fue transferida por órdenes superiores a su conocimiento, con su consentimiento claro, aunque no estuviese ejecutando la voluntad de Kathalinna en donde vio nacer su necesidad por defender a los suyos y luchar por la justicia, si podría ayudar en mayor medida, aparte de una mejora considerable de su calidad de vida habían hecho de una simple oferta una imposible de rechazar. Dejar a sus padres y sus ocho hermanos atrás le dolió bastante, sentimiento que aún resuena en su pecho aunque la placa de acero que la cubre oculte todo rastro interno, también a Colmillitos, su ya viejo perro de caza de la familia que ahora se dignaba a defender la casa como un campeón, que le había acompañado por más de una década, Ruth de la panadería y Adelaida, sus dos amigos de la infancia e inseparables compañeros de juegos, aunque ya a una edad adulta se dedicaban a charlar juntos mientras disfrutaban de un bocadillo con el salario de la paladín rubia, poco pero justo para permitirse un par de comidas extras al mes, todos ellos y vecinos se quedaron varios días de viaje atrás, son ahora dulces recuerdos e imágenes de sonrisas en su mente, cosa que le daba un impulso extra para llegar a ser una futura comandante, o al menos alimentaban su emoción y ganas, para poder regresar a casa con su bello corcel con los emblemas del reino, un par de acompañantes y la frente en alto con el orgullo de su pueblo avivando su mirada. Comandante Theresa Kathalinna de Lombart, al servicio del reino y con varios honores encima, sólo pensarlo se encendía un destello único en su mirada y su sonrisa se hacía notar en un rostro de facciones suaves, era sólo el inicio aún, una novata más que acaba de entrar en un gremio de relevancia bastante considerable parecería una minucia tomando en cuenta lo alto que sueña esta chica, pero eso en los tiempos que corrían era más que un logro cualquiera, una verdadera proeza tomando en cuenta la ingente cantidad de tipos rudos soldados fornidos que había en su propia tropa, todos con el ojo en el gremio del que forma parte ahora, pero su historial impecable terminó por priorizar su anexo a el ya mencionado gremio por encima de Enrique III de Lombart, hijo del más respetado veterano de guerra que ha habido en toda la historia del pueblo, un hombre de carácter recio no se tomó bien la derrota de su hijo ante una mujer que a sus ojos, no tenía ninguna sangre noble corriendo por sus venas o descendía de un linaje de soldados honorables que llegaron algún día a servir en el palacio del rey, sentimiento que se vio algo amortiguado al conocer más a fondo a la chica rubia, hábil combatiente que le ganó en un duelo donde su experiencia no pudo compensar el desempeño de su cuerpo algo maltratado por el paso del tiempo y la inactividad que conlleva una vida de soldado retirado con honores, vida bastante sencilla gracias a la pensión que recibía por sus servicios prestados, lo justo para considerarle cualquier cosa menos pobres. Tantas cosas pasaron, tantas decisiones le llevaron a donde está ahora, un mesón con un plato de buena comida caliente y una misión esperando por su presencia, su primera labor en el gremio y dicho honor le emocionaba, aunque trataba de serenarse para impedir tontos errores o parecer un chiste de soldado, su honor y el de su pueblo era el que relucía como un escudo en el campo de batalla, siendo su tarea no mancharlo elevando al mismo tiempo su brillo